Es el día miércoles 5 de septiembre, son las seis de la tarde con doce minutos. Se inicia lo que se conoce como el horario punta, el siempre molesto horario punta. El señor Francisco Contreras arriba a Baquedano para cumplir con el ritual diario. Él debe tomar pronto un bus si es que quiere llegar rápidamente a su casa. Pasa raudo por los validadores bip, sabiendo que ahora se enfrentará a sus "rivales" de "la lucha por tomar la micro".
Cuando hace su ingreso al paradero, él ya lo sabe. Tiene que pelear por la 307. La gente no da otra alternativa. El paradero está atiborrado... De pronto se aproxima una 307e. La gente conoce el recorrido de esa micro. Sabe que es más rápida que la 307 normal -no se da tantas vueltas-. Son las seis con cuarenta minutos... Francisco Contreras ya lleva media hora esperándola. No puede dejar pasar esta oportunidad.
Lo logra. Francisco Contreras está a escazos metros de la pisadera del bus. Su éxito es inminente. Después de tanto rato de espera él será recompensado, pues viajará en la ansiada y apetecida 307e. Pero... ¿Logrará hacer la tarea completa?, ¿se irá sentado o tendrá que resignarse a viajar de pie? Lo más probable es que sea la segunda opción la que se cumpla. Es tanta la gente que hay ahí, que podemos erigir a aquellas que logran tomar un asiento como verdaderos afortunados. -Y realmente lo son-.
Finalmente la tarea está cumplida. Se acabo la jornada laboral . La gente en general y Francisco Contreras en particular, lograron triunfar en su misión. Él ya está arriba de la micro. Esta inicia su recorrido. Más allá de que el viaje será incomodo -y la gente lo sabe- la satisfacción por haber podido tomar un bus se siente, y se siente en el alma. Es un alivio, realmente, darse cuenta de que se está dentro de él.